miércoles, 24 de agosto de 2011

Confesión #5


-          ¿Te has fijado en cómo me ha tratado hoy? – Rompo el silencio, incapaz de contenerme por más tiempo, porque necesito preguntarlo, supongo que para asegurarme de que no sólo han sido imaginaciones mías.
  Miranda suspira y gira el rostro hacia otro lado, sin querer que encuentre en su mirada ciertos aspectos que quizás me harían daño. Hoy está poco habladora, como si por primera vez en su vida le diese vueltas y vueltas a algo en su cabeza.
  Tarda varios segundos en contestar, sin atreverse a mirarme todavía:
-          A mí me ha parecido igual que siempre.
  No puedo darme por vencida así como así; contraataco:
-          Para nada. Ha estado mucho más atento a mí y además, no sé, no paraba de sonreírme.
-          Ya – es seca, borde como casi siempre que abordamos el tema.
-          ¿De verdad que no te has dado cuenta? – en mi interior empiezo a flaquear. Te maldigo.
-          ¿Por qué no dejamos el tema? No quiero que sigas haciendo castillos en el aire.
  Me muerdo el labio inferior y clavo la mirada en la acera blanca, como buscando algo de ayuda allí. Tiene razón y eso es lo peor, mis castillos siempre acaban hechos ruinas, eres como el vendaval que llega cuando las piezas están aún sin fijar, y siempre echas todo abajo: paredes, fuertes, murallas…
-          Deberías intentar olvidarlo.
-          Sabes todas las veces que lo he intentado.
  El silencio cae como una losa una vez más. No es una situación cómoda a pesar de que ya hemos hablado de ti quinientas mil veces, al menos. No quiero responder y a ella parece costarle hablar de ti.
-          En serio – recalca, como con esfuerzo -, no sabes lo que me jode que todavía sigas detrás de ese gilipollas.
  Ahora no sé qué decir. Es como un cubo de agua que te da en la cara de pronto. Ella sigue:
-          ¿Sabes qué es lo peor de todo? Que no quieres olvidarlo, ni siquiera lo has intentado. Y no lo entiendo, no entiendo cómo puedes quedarte cruzada de brazos mientras toda esa mierda no para de golpearte una y otra vez. ¿Acaso te gusta esta situación?
-          No digas tonterías, claro que no me gusta, pero, ¿qué quieres que haga? Te prometo que volveré a intentar olvidarlo.
-          No sé cuántas veces habré escuchado esa frase.

No hay comentarios:

Publicar un comentario