Oh, esa música de nuevo, ¿la oyes? ¿Recuerdas lo que significa? Es como
una llamada, y yo tengo que contestar, pero nunca lo hago, no me preguntes el
porqué. Pegar la oreja a la pared y escuchar, sonriendo, esa melodía que bailan
tus dedos con las teclas del piano, y justo después el intento torpe de la
pequeña Martina, queriendo imitarte.
Cierro los ojos. Esta es mi favorita. Chopin. Chopin y las largas
discusiones de cómo debe decirse su nombre, ¿eso sí que lo recuerdas, no? Y
siempre te enfadas tanto… te lo tomas tan en serio que a veces me pregunto si
llegarás a enfadarte en serio conmigo. Nada que ver con las otras veces, esas
en las que me prometes una melodía con mi nombre, y sonríes tanto cuando lo
dices… se te encienden esos farolillos de tus ojos, y yo, como una idiota, ya
empiezo a soñar, a escuchar las notas que arrullan, tan dulces.
No sé. Tal vez esté haciendo el idiota de nuevo y no recuerdes nada, tal
vez no es tan relevante dentro de tu vida.
También me gusta cuando vienes y me dices que si te puedo hacer algo
caliente, que tienes las manos heladas de estar en esa casa, que parece un
congelador. Y mi hermano siempre con la misma historia, que si eres mi novio,
que por qué no se lo he contado a mis padres. Y tú bromeas y dices cosas como
que tú eres demasiado poco para mí, que debería tener cuidado al tener una
hermana tan guapa y que si sus amigos no están todos enamorados de mí.
-
Deja
de decir tonterías – y te pego en el hombro, riendo, y dejo la taza del café en
la mesa. Y ahora me gustaría sentarme en tus rodillas y que me susurrases esas
tonterías entre besos, pero me reprimo, echo a Gabriel de la cocina y cojo una
silla para sentarme a tu lado.
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